jueves, 12 de noviembre de 2015
SALVAGUARDAR EL MEDIO AMBIENTE
SALVAGUARDAR EL MEDIO AMBIENTE
UNA RESPONSABILIDAD COMÚN
El medio ambiente, un bien colectivo
En la Carta de Mons. Lluís Martínez Sistach, Arzobispo de
Barcelona nos narra
Una de sus afirmaciones fundamentales es que el
calentamiento del planeta no es obra de la naturaleza, sino que es
responsabilidad del hombre, a causa del llamado “efecto invernadero”. Sin ánimo
de entrar en cuestiones científicas, creo que es oportuno recordar el
pensamiento de la Iglesia sobre la ecología y sobre el medio ambiente.
Esta doctrina ha adquirido una fuerte relevancia en los
últimos años, tanto en los ambientes cristianos como en el de otras religiones.
Hasta tal punto que ya se ha creado un importante cuerpo de doctrina, contando
con una colaboración con frecuencia de carácter ecuménico.
Creo que en el centro de esta doctrina está el concepto de
la responsabilidad del hombre ante la creación, lo que quedaría confirmado por
una de las conclusiones de los científicos.
Una correcta “conciencia ecológica” ha de tener en cuenta la
“dimensión ética”, que ha de caracterizar siempre el desarrollo de los pueblos.
Según la Biblia, Dios puso la creación entera al servicio
del hombre y bajo su dominio, hecho expresado en el lenguaje del Génesis porque
Adán da nombre a todas las cosas. Es cierto que el Señor confió al hombre el
dominio sobre la tierra. Pero no le otorgó una potestad absoluta, sino condicionada.
El hombre, al usar los bienes naturales, esta sometido a unas leyes no
solamente biológicas, sino también morales.
Como expresión de este pensamiento, es significativo que el
“Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia”, dedique todo el capítulo décimo
a la “protección del medio ambiente”. Tomando como punto de partida la doctrina
bíblica, analiza las relaciones del hombre con el medio ambiente para subrayar
que se trata de una responsabilidad común. “la tutela del medio ambiente –dice-
constituye un reto para toda la humanidad: se trata del deber, común y
universal, de respetar un bien colectivo, destinado a todos”. Es una
responsabilidad del momento presente, pero también de una responsabilidad ante
las generaciones futuras.
El principio de la destinación universal de los bienes,
aplicado al medio ambiente, ofrece una orientación fundamental, para deshacer
el nudo complejo y dramático que une crisis ambiental y pobreza. Porque la
crisis ambiental actual, señala el Compendio que he citado, golpea particularmente
a los más pobres, “ya sea porque viven en tierras que están sujetas a la
erosión y a la desertización, o implicados en conflictos armados, u obligados a
migraciones forzosas, o bien porque no disponen de medios económicos y
tecnológicos para protegerse de las calamidades”.
Por último, deseo subrayar que la protección del
medio ambiente ha de encontrar una traducción adecuada en el ámbito jurídico y
que en ello tienen una especial responsabilidad los gestores del bien común,
aunque no sólo ellos. El tema tiene tanta relevancia como para exigir un
esfuerzo por parte todos. Todos hemos de preguntarnos y revisar nuestro estilo
de vida para ver si responde al uso razonable, pero también al respeto, de las
cosas creadas. No sea que suceda que “el consumismo nos consume”.
PONTIFICIO CONSEJO « JUSTICIA Y PAZ »
PARA UNA MEJOR DISTRIBUCIÓN DE LA TIERRA
La tierra es de Dios quien la ofrece a todos sus hijos
El israelita tiene el derecho de propiedad de la tierra, que
la ley protege de muchas formas. El Decálogo prescribe: « no codiciarás la casa
de tu prójimo, su campo, su siervo o su sierva, su buey o su asno: nada que sea
de tu prójimo » (Dt 5, 21).
Se puede decir que el israelita se siente verdaderamente
libre y plenamente israelita sólo cuando posee su parcela de tierra. Pero la
tierra es de Dios, insiste el Antiguo Testamento, y Dios la ha dado en herencia
a todos los hijos de Israel. Se debe por lo tanto repartir entre todas las
tribus, clanes y familias. Y el hombre no es el verdadero dueño de su tierra
sino que es más bien un administrador. El dueño es Dios. Se lee en el Levítico:
« La tierra no puede venderse para siempre, porque la tierra es mía, ya que
vosotros sois para mí como forasteros y huéspedes » (25, 23).
En Egipto la tierra pertenecía al faraón y los campesinos
eran sus esclavos y de su propiedad. En Babilonia había una estructura feudal:
el rey entregaba las tierras a cambio de servicios y de fidelidad. No hay nada
parecido en Israel. La tierra es de Dios que la ofrece a todos sus hijos.
De ahí derivan varias consecuencias. Por un lado, nadie
tiene el derecho de quitar la tierra a la persona que la cultiva, en caso
contrario se viola un derecho divino; ni siquiera el rey puede hacerlo.(16) Por
otro lado, se prohíbe toda forma de posesión absoluta y arbitraria a propio
favor: no se puede hacer lo que se quiere con los bienes que Dios ha dado para
todos.
Sobre esta base la legislación ha ido añadiendo, impulsada
siempre por situaciones concretas, muchas restricciones al derecho de
propiedad. Algunos ejemplos: la prohibición de recoger los frutos de un árbol
durante los cuatro primeros años (cf. Lv 19, 23-25), la invitación a no
cosechar la mies hasta el borde del campo y la prohibición de recoger los
frutos y las espigas olvidados o caídos, porque pertenecen a los pobres (cf. Lv
19, 9-10; 23, 22; Dt 24, 19-22).
A la luz de esta visión de la propiedad se entiende la
severidad del juicio moral expresado por la Biblia sobre los abusos de los
ricos, que obligan a los pobres y a los campesinos a ceder sus fundos
familiares. Los Profetas son los que más condenan estos abusos. « ¡Ay, los que
juntáis casa con casa, y campo con campo anexionáis! » grita Isaías (5, 8). Y
su contemporáneo Miqueas añade: « Codician campos y los roban, casas, y las
usurpan; hacen violencia al hombre y a su casa, al individuo y a su heredad »
(2, 2).
La propiedad de la tierra según la doctrina social de la
Iglesia
Siguiendo la perspectiva marcada por las Sagradas
Escrituras, la Iglesia ha elaborado en el transcurso de los siglos su doctrina
social. Documentos fidedignos y significativos ilustran sus principios
fundamentales, así como los criterios útiles para juzgar y discernir, y las
indicaciones y orientaciones para realizar las elecciones oportunas.
En la doctrina social se juzga el proceso de concentración
de la tierra como un escándalo porque está en neta oposición con la voluntad y
el designio salvífico de Dios, porque niega a una gran parte de la humanidad
los beneficios de los frutos de la tierra.
Las perversas desigualdades de la distribución de los bienes
comunes y de las posibilidades de desarrollo de toda persona y los
desequilibrios deshumanizados de las relaciones personales y colectivas,
causados por este tipo de concentración, provocan conflictos que dañan las
bases de la convivencia civil y provocan la destrucción del tejido social y el
deterioro del medio ambiente.
El destino universal de los bienes y de la propiedad privada
Las consecuencias del desorden actual confirman la
necesidad, para toda la sociedad humana, de que se recuerden continuamente los
principios de la justicia, y sobre todo el principio del destino universal de
los bienes.
La doctrina social de la Iglesia, en efecto, funda la ética
de las relaciones de propiedad del hombre con respecto a los bienes de la
tierra bajo la perspectiva bíblica que señala la tierra como un don de Dios
para todos los seres humanos. « Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene
al uso de todos los pueblos, de modo que los bienes creados, en una forma
equitativa, deben alcanzar a todos bajo la guía de la justicia y el
acompañamiento de la caridad. Pues ... jamás se debe perder de vista este
destino común de los bienes ».(18)
El derecho al uso de los bienes terrenales es un derecho
natural, primario, de valor universal, puesto que es de todo ser humano: ningún
otro derecho de tipo económico puede violarlo,(19) deberá pues ser tutelado y
aplicado mediante leyes e instituciones.
Al afirmar la necesidad de garantizar a todos los hombres,
siempre y en cualquier circunstancia, el disfrute de los bienes de la tierra,
la doctrina social apoya también el derecho natural de propiedad de estos
bienes.(20)
El hombre, todo hombre, fructifica, de forma efectiva y
eficaz, los bienes de la tierra que han sido puestos a su servicio y, por
tanto, se realiza así mismo, si está en condiciones de poder usar libremente
estos bienes, habiendo adquirido la propiedad de éstos.(21)
Esta es una condición y una garantía de libertad; es el
presupuesto y la garantía de la dignidad de la persona. « La propiedad privada,
o un cierto dominio sobre los bienes externos, asegura a cada uno una zona
indispensable de autonomía personal, y debe ser considerada como una
prolongación de la libertad humana. Y como constituyen un estímulo para el
ejercicio del cargo y del deber, constituyen una de las condiciones de las
libertades civiles ».(22)
Si no se reconoce a los particulares el derecho de propiedad
privada, incluida la de los bienes de producción, la historia y la experiencia
nos demuestra que se llega a la concentración del poder, a la burocratización
de los diferentes ámbitos de la sociedad, a la insatisfacción social y a ahogar
y suprimir « el ejercicio de la libertad humana en las cosas más fundamentales
».(23)
El derecho de propiedad privada, según el Magisterio de la
Iglesia no es sin embargo incondicional, al contrario, está caracterizado por
restricciones muy precisas.
La propiedad privada, en efecto, en el contexto concreto de
sus instituciones y de sus normas jurídicas es ante todo un instrumento de
actuación del principio del destino común de los bienes, es por lo tanto un
medio y no un fin.
El derecho de propiedad privada, que es positivo y
necesario, debe estar circunscrito en los límites de una función social de la
propiedad. Todo propietario debe por lo tanto ser siempre consciente de la
hipoteca social que grava sobre la propiedad privada: « Por tanto, el hombre al
usarlos no debe tener las cosas exteriores, que legítimamente posee, como
exclusivas suyas, sino también considerarlas como cosas comunes, en el sentido
de que deben no sólo aprovechar a él, sino también a los demás ».
La función social directa y naturalmente inherente a las
cosas y a su destino, permite que la Iglesia afirme en su enseñanza social: «
Quien se encuentra en extrema necesidad tiene derecho a procurarse lo necesario
tomándolo de las riquezas de otros ».El límite al derecho de propiedad
privada lo establece el derecho de todo hombre al uso de los bienes necesarios
para vivir.
Esta doctrina, establecida por Santo Tomás de Aquino, ayuda a evaluar algunas situaciones difíciles de mucha importancia
ético-social, como la expulsión de los campesinos de las tierras que han
cultivado, sin que se les asegure el derecho de recibir la parte de bienes
necesarios para vivir, y los casos de ocupación de las tierras baldías por
parte de los campesinos que no son propietarios y que viven en condiciones de extrema
indigencia.
NUEVOS ESTILOS DE VIDA
Existen 6 tipos predominantes de estilos de vida:
Los Sofisticados
Segmento mixto, con un nivel de ingresos más altos que el
promedio. Son muy modernos, educados, liberales, cosmopolitas y valoran mucho
la imagen personal. Son innovadores en el consumo y cazadores de tendencias. Le
importa mucho su estatus, siguen la moda y son asiduos consumidores de
productos “light”. En su mayoría son más jóvenes que el promedio de la
población.
Los Progresistas
Hombres que buscan permanentemente el progreso
personal o familiar. Aunque están en todos los NSE, en su mayoría son obreros y
empresarios emprendedores (formales e informales). Los mueve el deseo de
revertir su situación y avanzar, y están siempre en busca de oportunidades. Son
extremadamente prácticos y modernos, tienden a estudiar carreras cortas para
salir a producir lo antes posible.
Las Modernas
Mujeres que trabajan o estudian y que buscan su
realización personal también como madres. Se maquillan, se arreglan y buscan el
reconocimiento de la sociedad. Son modernas, reniegan del machismo y les
encanta salir de compras, donde gustan de comprar productos de marca y, en
general, de aquellos que les faciliten las tareas del hogar. Están en todos los
NSE.
Los Formales / Adaptados
Hombres trabajadores y orientados a la familia que valoran
mucho su estatus social. Admiran a los Sofisticados, aunque son mucho más
tradicionales que estos. Llegan siempre un “poco tarde” en la adopción de las
modas. Trabajan usualmente como oficinistas, empleados de nivel medio,
profesores, obreros o en actividades independientes de mediano nivel.
Las Conservadoras
Mujeres de tendencia bastante religiosa y tradicional.
Típicas “mamá gallina”, siempre persiguen el bienestar de los hijos y la
familia, y son responsables de casi todos los gastos relacionados al hogar. Se
visten básicamente para “cubrirse” y solo utilizan maquillaje de forma
ocasional. Gustan de las telenovelas y su pasatiempo preferido es jugar con sus
hijos. Están en todos los NSE.
Los Austeros
Segmento mixto, de bajos recursos económicos, que vive
resignado a su suerte. Hay muchas personas mayores que prefieren la vida
simple, sin complicaciones y, si fuese posible, vivirían en el campo. Son
reacios a los cambios, no les gusta tomar riesgos y no les agrada probar nuevas
cosas. Muchos son inmigrantes y tienen el porcentaje más alto de personas de
origen indígena.
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